El hombre debe volverse experto en el arte de practicar un compromiso humano continuo y temporal, concediendo al mismo tiempo su lealtad espiritual a un solo señor. [1]
El carácter de supervivencia de un alma no se favorece intentando asegurarse la paz mental a cualquier precio, mediante el abandono de las nobles aspiraciones o transigiendo con los ideales espirituales. [2]
Jesús se plegó en numerosas ocasiones a los deseos de sus padres incluso si él no estaba de acuerdo con ellos. [3] Decidió no emplear ningún compromiso para hacer avanzar su misión en la Tierra. [4]
Jesús sólo satisfizo parcialmente las expectativas que había sobre él, algo que escogió hacer al ver que nunca le aceptarían plenamente en su papel de Hijo del Hombre. [5] Jesús se ajustó a los términos preferidos por los judíos para obtener una revelación: realizando una obra poderosa. [6] Nunca eludió la responsabilidad de hacer cada día los ajustes necesarios entre la lealtad a sus convicciones personales y el deber hacia su familia. [7] Jesús de Nazaret se negó a hacer compromisos con el mal, y mucho menos a asociarse con el pecado. [8]
Los apóstoles de Jesús y los discípulos de Juan aprendieron a transigir en la socialización de la religión. [9]
Después de dar el primer paso en el camino del compromiso y de la menor resistencia, a Pedro no parecía quedarle más salida que continuar con el tipo de conducta que había decidido. [10]