En cierta época, no era raro que diez personas inocentes fueran ejecutadas porque se suponía que eran responsables de una muerte natural. [1]
La traición —el hecho de «vender» o traicionar a los miembros de la tribu— fue el primer crimen capital. El robo de ganado se castigaba universalmente con una ejecución sumaria, e incluso recientemente el robo de caballos se ha castigado de manera similar. [2]
Muchos jefes antiguos, incluyendo a Hamurabi y Moisés, admitieron que muchos crímenes, en particular los de naturaleza sexual grave, se castigaran quemando al culpable en la hoguera. [3] Moisés prescribió la pena de muerte para los que practicaran el culto a los fantasmas. [4] Los romanos negaron a los judíos el derecho a infligir la pena de muerte sin la aprobación de un tribunal romano. [5] Jesús declaró que el Estado tien el derecho a defenderse como le parezca apropiado, incluso la pena de muerte. [6]
En la nación continental más desarrollada de un planeta vecino numerosos crímenes, además del asesinato, incluyendo la traición a la confianza del gobierno, sufren también la pena de muerte, y el castigo de la justicia es rápido y seguro. [7]