El culto a los fantasmas se desarrolló como una compensación a los riesgos de la mala suerte; sus prácticas religiosas primitivas fueron el resultado de la preocupación por la mala suerte y del miedo desmesurado a los muertos. [1]
Muchos pueblos primitivos asociaban a los fantasmas con el mar, y por eso se imponían grandes restricciones a los baños de las vírgenes; las chicas jóvenes tenían mucho más miedo de bañarse en el mar con la marea alta que mantener relaciones sexuales. [2]
El hombre heredó un entorno natural, adquirió un entorno social e imaginó un entorno fantasmal. El Estado es la reacción del hombre hacia su entorno natural, el hogar, hacia su entorno social, y la iglesia, hacia su entorno ilusorio de fantasmas. [3] La idea más primitiva del alma humana, el fantasma, tuvo su origen en el sistema de ideas relacionado con el sueño y la respiración. [4]
Moisés trató insistentemente de desarraigar de su pueblo los vestigios del culto a los fantasmas, llegando incluso a establecer la pena de muerte para los que lo practicaran. [5]
El terror a los fantasmas reveló una nueva y asombrosa forma de miedo, un terror espantoso y poderoso que contribuyó a fustigar a las clases sociales relajadas de los primeros tiempos para convertirlas en los grupos primitivos más completamente disciplinados y mejor controlados de los tiempos antiguos. [6]
Los deseos primitivos produjeron la sociedad original, pero el miedo a los fantasmas la mantuvo unida y confirió a su existencia un aspecto extrahumano. [7]
El miedo a los fantasmas condujo al hombre primitivo a imaginar lo sobrenatural, y estableció así unas bases sólidas para las poderosas influencias sociales de la ética y la religión, que a su vez preservaron intactas, de generación en generación, las costumbres y tradiciones de la sociedad. El miedo a los fantasmas fue la fuente de todas las religiones del mundo; muchas tribus se aferraron durante miles de años a la vieja creencia en una sola clase de fantasmas. [8]
Preparó la mente de los hombres, a través del miedo supersticioso a lo irreal y a lo sobrenatural, para el descubrimiento posterior del «temor al Señor, que es el comienzo de la sabiduría». [9] Produjo temor a estar solo. [10]
El salvaje vivía con el miedo a los fantasmas de sus semejantes, y pasaba su tiempo libre haciendo planes para la protección de su propio fantasma después de la muerte. [11] Se trataba de una superstición sin sentido. [12]
Muy pronto se creyó que los fantasmas administraban la justicia por medio de los curanderos y los sacerdotes; estos grupos se constituyeron así en los primeros detectives y agentes de la ley. [13]
Antiguamente se pensaba que el deseo más grande de un fantasma consistía en ser «conjurado» rápidamente a fin de poder dirigirse tranquilamente hacia el reino de los muertos. Cualquier error se creía que desagradaba al fantasma, y se suponía que un fantasma enojado era una fuente de calamidades, desgracias e infelicidad. [14]
La hipótesis más primitiva que se ofreció para explicar la enfermedad y la muerte fue que los espíritus causaban las enfermedades atrayendo el alma fuera del cuerpo; si ésta no regresaba, se producía la muerte. [15] Aunque los salvajes atribuían a los fantasmas unos poderes sobrenaturales, apenas imaginaban que tuvieran una inteligencia sobrenatural. [16]
El hombre primitivo consideraba que los espíritus y los fantasmas tenían unos derechos casi ilimitados, pero ningún deber; se pensaba que los espíritus estimaban que el hombre tenía numerosos deberes, pero ningún derecho. [17] Los fantasmas querían esposas y criados; un salvaje acaudalado esperaba que al menos una esposa esclava sería enterrada viva con él cuando muriera. [18]
Esta creencia en la existencia de espíritus incorpóreos o fantasmas parecía explicar la presencia de lo insólito, lo extraordinario, lo infrecuente y lo inexplicable. [19]
Se suponía que a los fantasmas les molestaba y asustaba el ruido, que los gritos, las campanas y los tambores los alejaban de los vivos; estos métodos antiguos están todavía de moda en los «velatorios» de los muertos. [20]
Más tarde aún, la imaginación del hombre concibió el concepto de agentes sobrenaturales buenos y malos; algunos fantasmas no evolucionaban nunca hasta el nivel de los espíritus buenos. Cuando la doctrina de los espíritus buenos y malos maduró finalmente, se convirtió en la creencia religiosa más difundida y persistente de todas. La filosofía primitiva del hombre sólo podía conciliar la invariabilidad de los espíritus con las vicisitudes de la fortuna temporal admitiendo la existencia de dos tipos de espíritus, uno bueno y otro malo. [21]
La humanidad creía en general que los fantasmas imponían un tributo continuo de servicio como precio a pagar por no interferir en los asuntos humanos, y la más pequeña desgracia se atribuía a las actividades de los fantasmas. [22] Se suponía que los fantasmas preferían residir en un objeto que les había pertenecido cuando vivían en la carne. [23]
Al principio, la única cosa que estableció y cristalizó las costumbres fue la creencia de que los difuntos deseaban conservar celosamente la manera de vivir y de morir que habían tenido; por consiguiente, enviarían un castigo terrible a los mortales vivos que se atrevieran a tratar con un desprecio negligente las reglas de vida que ellos habían respetado cuando vivían en la carne. [24]
Se pensaba que el ayuno y otras formas de abnegación agradaban a los fantasmas, que disfrutaban con la aflicción de los vivos durante el período de transición en que rondaban por los alrededores antes de su partida real hacia el reino de los muertos. [25]
En la religión, el programa negativo del apaciguamiento de los fantasmas precedió de lejos al programa positivo de la coacción y la súplica a los espíritus. [26]
Ninguna de las religiones primitivas tuvo mucho que ver con el reconocimiento de la Deidad ni con la veneración de lo sobrehumano; sus ritos eran principalmente negativos, destinados a evitar, expulsar o coaccionar a los fantasmas. [27] El salvaje se imaginó finalmente a sí mismo como un ser doble —cuerpo y aliento. El aliento menos el cuerpo equivalía a un espíritu, a un fantasma. [28] Los chamanes expulsaban a gritos a los fantasmas responsables de las enfermedades. [29] Todas las tribus primitivas, salvo aquellas que apenas se encontraban por encima de los animales, han desarrollado algún concepto del alma. [30]
Jesús explicó además a sus apóstoles que los espíritus de los seres humanos fallecidos no regresan a su mundo de origen para comunicarse con sus semejantes vivos. [31]
Los primeros esfuerzos defensivos del hombre estuvieron dirigidos contra los fantasmas. A medida que pasaron los siglos, los vivos empezaron a inventar métodos para oponer resistencia a los muertos. Se desarrollaron muchas técnicas para asustar y alejar a los fantasmas. [32]
De época en época y de generación en generación, las razas han intentado mejorar, unas tras otras, esta doctrina de los superfantasmas, pero ninguna generación se ha atrevido todavía a rechazarla por completo. [33] La superstición de los fantasmas en el sueñoes todavía hoy persiste. [34]
Los dioses fantasmas, que tienen un supuesto origen humano, deben distinguirse de los dioses de la naturaleza, pues la adoración de la naturaleza produjo un panteón —los espíritus de la naturaleza elevados a la posición de dioses. [35]
Véase también: LU 87.