La traición —el hecho de «vender» o traicionar a los miembros de la tribu— fue el primer crimen capital. [1] De todas las penas de un hombre confiado, ninguna es más terrible que la de ser ‘herido en la casa de un amigo en quien confía’. [2] La ley judía prohibía el testimonio de traidores. [3] Las Solemnidades de la Confianza reflejan las posibilidades individuales de confianza y traición de los mortales. [4]
La traición a Jesús de Judas incluía facilitar su arresto a medianoche; además quería hacer alarde de que estaba realizando su papel en el pacto de traición acordado con los jefes de los judíos, para hacerse digno de la gran recompensa. [5]
Durante la ejecución de sus planes de pérfida traición, concebidos en la cólera, Judas experimentó momentos de pesar y de vergüenza, y en esos intervalos de lucidez concebía tímidamente la idea, para justificarse en su propia mente, de que Jesús quizás podría ejercer su poder y salvarse en el último momento. [6] El dinero nunca hubiera podido ser el motivo de la traición de Judas al Maestro. [7]
En la nación continental más destacada de un planeta vecino, después de la traición y el asesinato, los castigos más severos que imponen los tribunales recaen sobre la traición a la confianza pública. La deslealtad social y política es ahora considerada como el más atroz de todos los crímenes. [8]