El «demonio» no es otro que Caligastia, el Príncipe Planetario depuesto de Urantia e Hijo de la orden secundaria de los Lanonandeks.
La doctrina de la expiación describe cómo la vida de Jesús en la carne, junto con su muerte en la cruz y su resurrección posterior, fueron el rescate que se había pagado así a fin de recuperar al hombre de las garras del maligno —de la condenación de un Dios ofendido. [1]
Aunque la doctrina de un demonio personal en Urantia tenía algún fundamento debido a la presencia planetaria del traidor e inicuo Caligastia, sin embargo es totalmente ficticia cuando enseña que tal «demonio» puede influir en la mente humana normal en contra de su libre elección natural. [2] Al diablo se le ha atribuido una gran cantidad de méritos que no le pertenecen. [3]
Las tradiciones judías sobre el cielo y el infierno y la doctrina sobre los demonios, tal como están registradas en las escrituras hebreas, aunque estaban basadas en las tradiciones sobrevivientes de Lucifer y Caligastia, procedían principalmente de los zoroastrianos durante la época en que los judíos estuvieron bajo el dominio político y cultural de los persas. [4] Nadie se debería a atribuir a sabiendas las obras de Dios a las acciones de los demonios. [5] «El hombre es el hijo de Dios, y no un hijo del diablo». El hombre mortal nunca ha sido propiedad de los grandes farsantes. [6] El sanedrín atribuyó las obras de Jesús al poder del diablo, y que era hijo del diablo. [7] Dijo Jesús: «Libérate de una vez por todas de la superstición de que Dios aflige al hombre a instancias del maligno». [8]