La religión del hombre evolucionó desde los intentos de comprar la mala suerte mediante sobornos hasta la elaboración de planes para obligar a los espíritus a cooperar y ayudar. [1] El miedo a la mala suerte obstaculiza el progreso, ya que a menudo pasamos por alto el valor de la buena suerte. [2]
El hombre evolutivo se atrevió a negociar con los dioses, creando pactos como un nuevo mecanismo para asegurarse contra la mala suerte y comprar prosperidad. [3]
La suerte, tanto buena como mala, era un elemento central en todos los aspectos de la vida primitiva, desde las tareas sencillas hasta las ceremonias elaboradas, dando forma a la manera en que los primeros humanos interactuaban con el mundo que los rodeaba. [4]
La suerte evolucionó para asociarse con los espíritus, con la buena suerte vinculada a los buenos espíritus y la mala suerte a los malos espíritus, lo que refleja las creencias religiosas en evolución del hombre primitivo y la confianza del hombre moderno en los seguros en lugar de la superstición. [5]
La suerte, tal como la veían los salvajes primitivos, siempre fue temida como un presagio de calamidad, ensombreciendo todo placer con un terror constante. [6]
Los seres humanos inteligentes todavía creen en las supersticiones persistentes de la buena suerte, el mal de ojo y la astrología, a pesar de que la ciencia ha eliminado el elemento del juego de la vida. [7] El hombre primitivo veía la suerte como la reacción caprichosa del mundo espiritual, donde todo era intencional y nada accidental. [8] La sonrisa de la fortuna puede ser en realidad la mayor aflicción, ya que lo que a menudo se llama buena suerte puede ser en realidad mala suerte. [9]
La suerte es un término acuñado para cubrir lo inexplicable, pero atribuir fenómenos difíciles a causas sobrenaturales es simplemente una forma de evitar desafíos intelectuales. [10]
Véase también: LU 86:1.