Debemos aprender a aceptar los desafíos sin quejarnos y a enfrentarnos con las dificultades y las incertidumbres sin temor. [1]
El hombre no debería lamentar su origen humilde cuando los Hijos Creadores deben pasar por la misma experiencia para ser considerados dignos y competentes para gobernar en sus universos. [2]
El hombre no debería acusar a Dios por las calamidades que son el resultado natural de la vida que ha escogido vivir; el hombre tampoco debería quejarse de las experiencias que forman parte de la vida, tal como ésta se vive en este mundo. [3]
La oración ha transformado a muchos inválidos irritables y quejumbrosos en modelos de paciencia, y ha hecho de ellos una inspiración para todos los demás enfermos humanos. [4]
Desde la maravillosa donación de Jesús como Príncipe Planetario de un mundo aislado y en rebelión, ninguno de los Hijos o Hijas Materiales de Nebadon ha caído nunca en la tentación de quejarse de sus tareas o de criticar las dificultades de sus misiones planetarias. [5] Los ancianos de Nazareth se quejaron de Jesús a José y María por haber hecho un retrato de su maestro. [6]
Judas creía que Natanael no se tomaba su apostolado con la suficiente seriedad, y una vez tuvo la temeridad de ir en secreto a Jesús para dar sus quejas contra él. [7] En la parábola de Jesús los trabajadores del viñedo se quejaron de que no les pagaban más que a los que habían sido contratados los últimos. [8]
Cuando los hombres y las mujeres inteligentes contemplan a Jesús ofreciendo su vida en la cruz, difícilmente se atreverán a quejarse de nuevo ni siquiera de las penalidades más duras de la vida, y mucho menos de las pequeñas incomodidades y sus muchas molestias puramente ficticias. [9] Jesús dijo: Soportar el mal sin quejarse ni resistirse, el método puramente negativo, no es suficiente. Hay que devolver el bien por el mal. [10]