El tiempo es un elemento invariable para adquirir el conocimiento; la religión hace que sus dones sean inmediatamente asequibles, aunque existe el factor importante del crecimiento en la gracia, de un progreso preciso en todas las fases de la experiencia religiosa. [1]
Aunque los elementos de la gracia estén abundantemente mezclados, los logros de las criaturas son sin embargo el resultado de sus esfuerzos individuales y de sus vivencias reales, de la reacción de su personalidad al entorno existente. [2]
La filiación es un don. Ningún niño tiene que hacer nada para conseguir la condición de hijo o de hija. El hijo terrestre surge a la existencia por voluntad de sus padres. De la misma manera, el hijo de Dios llega a la gracia y a la nueva vida del espíritu por voluntad del Padre que está en los cielos. [3] La necesidad de las criaturas es enteramente suficiente para asegurar todo el caudal de la tierna misericordia del Padre y de su gracia salvadora. [4]
Pocos mortales se atreven nunca a extraer nada similar a la cantidad de créditos establecidos para su personalidad por los ministerios combinados de la naturaleza y de la gracia. [5]
Las palabras de Jesús fueron: «Creced en la gracia por medio de esa fe viviente que capta el hecho de que sois hijos de Dios, y al mismo tiempo reconoce a cada hombre como un hermano». [6]
Se establece un crédito de misericordia para la supervivencia de cada criatura racional, un crédito de proporciones generosas y de una gracia suficiente como para asegurar la supervivencia de toda alma que desee realmente la ciudadanía divina. [7] Los sobrevivientes disfrutan de una oportunidad extendida de logro espiritual interrumpido por la muerte. [8]
Hay lapso de tiempo entre el pecado y la pena. Siempre debe transcurrir un período de tiempo lo suficientemente largo como para permitir que el juicio del estado universal de dicho individuo resulte ser enteramente satisfactorio. [9]