Los lapones y los esquimales son una mezcla de andonitas y de la raza azul sangik. [1]
Son descendientes de los pueblos Foxhall. Los pueblos de Foxhall eran los más occidentales y lograron conservar una gran parte de la cultura andónica; también preservaron sus conocimientos sobre el trabajo del sílex y los trasmitieron a sus descendientes, los antiguos antepasados de los esquimales. [2]
Los esquimales son los únicos supervivientes de los aborígenes de Urantia. Los primeros andonitas se parecían más a los esquimales de hoy que a ningún otro tipo de seres humanos vivientes. [3] Hace unos cinco mil años, una tribu india y un grupo esquimal aislado se encontraron por casualidad en la costa sudeste de la Bahía de Hudson. [4]
Los antiguos sacrificaban siempre los intereses de la madre a favor del bienestar del hijo; las madres esquimales lamen todavía a sus bebés en lugar de lavarlos. [5]
Los niños esquimales se desarrollan con tan poca necesidad de disciplina y corrección simplemente porque son por naturaleza unos pequeños animales dóciles; tanto los hijos de los hombres rojos como los de los amarillos son casi igual de manejables. [6]
Los esquimales actuales permiten todavía que la familia perjudicada sea la que pronuncie y administre el castigo por un crimen, incluso si se trata de un asesinato. [7] Los esquimales y los andonitas primitivos muy pocas veces fueron caníbales, salvo en períodos de escasez. [8]
Los esquimales creen que el hombre está compuesto de tres partes: el cuerpo, el alma y el nombre. [9] Los esquimales creen todavía que el alma permanece con el cuerpo durante tres días. [10] Los esquimales piensan todavía que todas las cosas de la naturaleza tienen un espíritu. [11]
A los andonitas se les enseñó pronto la regla de oro, y hoy todavía sus descendientes esquimales viven en gran parte siguiendo este código; las costumbres están muy arraigadas entre ellos y se encuentran relativamente libres de antagonismos violentos. [12]
Los esquimales y amerindios relativamente recientes tenían unos conceptos muy pobres de Dios; creían en los fantasmas y tenían una idea imprecisa de algún tipo de supervivencia después de la muerte. [13]