La existencia como criatura perfeccionada se puede alcanzar, mantener y eternizar gracias a la fusión de la mente autoconsciente con un fragmento de la dotación espiritual pretrinitaria de una de las personas de la Trinidad del Paraíso, Padre, Hijo o Espíritu. [1]
En la experiencia de la fusión no hay ninguna superposición. La criatura volitiva fusiona o bien con el Espíritu, o con el Hijo, o con el Padre. Aquellos que fusionan con el Ajustador, o sea con el Padre, no fusionan nunca con el Espíritu ni con el Hijo. [2]
La fusión con un Ajustador o con otro fragmento de este tipo convierte a la criatura en un ser fusionado con el Padre. [3] La conquista de los siete círculos cósmicos no equivale a la fusión con el Ajustador. [4]
Cuando un ser humano ha terminado los círculos de consecución cósmica, y además, ha realizado la elección final de la voluntad mortal, entonces se produce la fusión entre el Ajustador y el alma morontial. [5]
Casi el 90% de los mundos habitados de Nebadon está poblado por mortales que fusionan con su Ajustador, en contraste con un universo cercano donde apenas un 50% de los mundos alberga seres habitados por Ajustadores y candidatos a la fusión eterna. [6]
La fusión con el Ajustador se efectúa habitualmente mientras el ascendente reside en su sistema local. Puede producirse en su planeta natal como trascendencia de la muerte natural; puede tener lugar en cualquiera de los mundos de las mansiones o en la sede del sistema; se puede retrasar incluso hasta el momento de la estancia en la constelación; o, en casos especiales, puede no llegar a consumarse hasta que el ascendente se encuentra en la capital del universo local. [7]
Algunos mortales no logran fusionarse con el Ajustador sin error por parte del mortal. Entonces el Ajustador se marcha y tras esta despedida, el mortal morontial es fusionado inmediatamente con un don individualizado del espíritu del Hijo Creador. [8]
Los supervivientes fusionados con el Hijo están restringidos a un superuniverso; los mortales fusionados con un Ajustador están destinados a penetrar el universo de universos. [9]
La ceremonia de la fusión es muy sencilla. Los asociados morontiales del superviviente cicen: «Éste es un hijo amado en quien me siento muy complacido», y eso marca la entrada del mortal ascendente en la carrera eterna. [10]
Los Ajustadores no tienen forma hasta después de la fusión. [11] Los Ajustadores comparten nuestro destino y experiencia; ellos son nosotros. [12]
Inmediatamente después de confirmarse la fusión con el Ajustador, el nuevo ser morontial es presentado por primera vez a sus compañeros con su nuevo nombre, y se le conceden cuarenta días de retiro espiritual. [13]
Las reacciones universales de estos seres fusionados son dobles: Son unos individuos morontiales distintos, no del todo diferentes a los serafines, y son también unos seres que pertenecen potencialmente a la orden de los finalitarios del Paraíso. [14]
Con la fusión del Ajustador empieza la tentativa humana por comprender y llevar a cabo las posibilidades ilimitadas inherentes a la asociación celestial con Dios, una asociación que se ha convertido así en un hecho. [15]
Después de la fusión del alma morontial inmortal con el Ajustador asociado, toda la experiencia y todos los valores de uno se vuelven finalmente propiedad del otro, de manera que los dos forman realmente una sola entidad. El mortal gana la memoria del Ajustador de todas sus moradas mortales anteriores. [16] Cuando se ha llevado a cabo la fusión con el Ajustador, la carrera eterna de esa personalidad ya no corre ningún peligro futuro. [17] Los mortales son denominados hijos ascendentes después de la fusión. [18]
La fusión es el acto de romper las cadenas del tiempo. [19] La unión con el Ajustador es lo que confiere unidad del alma con Dios y la vida eterna. [20] Fusionar con el Ajustador del Pensamiento interior equivale a identificarse para siempre con la realidad total e indestructible del universo. [21]
Es la síntesis del hombre y de la esencia de Dios en una personalidad; la experiencia objetiva de la unión eterna con Dios en calidad de asociado universal de la Deidad; la unión interior con el fragmento de Dios que vive en nosotros. [22] Es la elección irrevocable para la carrera eterna. [23] La fusión con el Ajustador del Pensamiento señala el tercer jubileo en nuestra carrera mortal. [24]
La fusión celestial es esa mezcla interminable de identidad, esa unidad de existencia que será tan perfecta y final, que ni siquiera las personalidades más experimentadas podrán nunca separar o reconocer a los dos asociados fusionados. [25]
La fusión es el secreto de la esfera sagrada de Ascendington, y ninguna criatura, salvo las que han experimentado la fusión con el espíritu de la Deidad, puede comprender su verdadero significado. [26] La fusión es la unión del alma con el Ajustador. [27]
Enoc fue la primera persona de Urantia en lograr la fusión durante su vida terrestre. [28] Elías el profeta se fusionó en su vida en la carne. [29] Jesús logró una perfecta sincronía con el Ajustador antes del bautismo. [30]
Ordinariamente, cuando un mortal del planeta alcanza unos altos niveles de perfección de la personalidad, se producen esos fenómenos preliminares de elevación espiritual que culminan finalmente en la fusión definitiva del alma madura del mortal con su Ajustador divino asociado. [31]
Los mortales glorificados de las fases finales de un mundo en evolución están exentos de pasar por las puertas de la muerte; están sometidos a la atracción del Hijo; son trasladados de entre los vivos y aparecen inmediatamente en presencia del Hijo Soberano en la sede del universo local. [32]
La frecuencia de esta experiencia de traslado de la vida material al estado morontial —la fusión del alma inmortal con el Ajustador interior— crece de manera proporcional al progreso evolutivo del planeta. Durante la era de luz y de vida los traslados directos desde la vida material se producen en el templo morontial. [33]
Sobre la fusión con el Hijo, ver enlace sobre los mortales fusionados con el Hijo.
Sobre la fusión con el Espíritu, ver enlace sobre los mortales fusionados con el Espíritu.