El arrepentimiento aceptable de Adán y Eva los llevó a recibir Ajustadores y a ser elegibles para la resurrección y la rehabilitación. [1] Caín se arrepintió y recibió un Ajustador, lo que le dio un nuevo sentido de guía espiritual y superioridad en Mesopotamia. [2] El Padre busca a los pecadores antes de que piensen en el arrepentimiento, y encuentra gozo en salvar a los perdidos. [3]
Dios nunca necesita el arrepentimiento por sus acciones omnisapientes y todopoderosas, guiando la creación con presciencia divina y perspicacia ilimitada. [4] La bondad de Dios lleva al hombre errante al arrepentimiento. [5]
La confesión, el arrepentimiento y la oración han llevado a las naciones a realizar grandes esfuerzos de reforma y a realizar valerosos actos de logro valeroso. [6] Arrepiéntanse sinceramente, no teman el juicio del hombre, pues el verdadero perdón les espera en las cortes celestiales. [7]
Jesús enseñó el perdón del pecado mediante la fe en Dios, sin penitencia ni sacrificio, recalcando que solo la fe es la clave para entrar en el reino del Padre. [8] Jesús enseñó a sus apóstoles que la fe, no las buenas obras, era la clave para entrar en el reino del Padre. [9] Judas dijo que se arrepintió después de presenciar la crucifixión de Jesús y devolver su pago al Sanedrín. [10] La comprensión de las relaciones íntimas y amorosas evita los distanciamientos, que requieren el arrepentimiento para el reajuste. [11]
El mensaje de Juan el Bautista de «Arrepentíos y bautizaos» evolucionó hasta convertirse en un llamado reconfortante a huir de la ira y abrazar el gozo del nuevo reino, como predicó Jesús. [12] El arrepentimiento quedó como opcional para los apóstoles de Jesús, quienes predicaron «Creed y bautizaos». [13] Predicad el arrepentimiento a los necesitados, pero acoged en el gozoso reino a los que ya están buscando la comunión con Dios. [14] Los publicanos y las rameras se arrepienten ante los gobernantes religiosos, mientras que la gente común escucha con alegría las palabras de Jesús. [15]
El reconocimiento de la maldad de los propios caminos conduce al arrepentimiento, al perdón y a la transformación de la calamidad en bendición, ya que la búsqueda diaria del Gran Supremo garantiza el hallazgo del perdón y la misericordia. [16] La moderación que nace del arrepentimiento conduce a la verdadera felicidad y a la paz mental. [17] El ladrón arrepentido en la cruz encontró la salvación mediante su fe en Jesús. [18]