Aunque la conquista de cada meta ascendente es un logro objetivo, en un sentido más amplio estas metas no son más que hitos en el largo sendero ascendente hacia el Paraíso. Pero por muy relativos que sean estos éxitos, a ninguna criatura evolutiva se le niega nunca la satisfacción completa, aunque transitoria, de haber alcanzado una meta. [1] Se nos proporciona ayuda abundante para lograr las metas. [2] Aquello que empezamos en el tiempo, lo terminaremos ciertamente en la eternidad —si vale la pena terminarlo. [3]
El estado ideal humano es aquél en el que la filosofía, la religión y la ciencia están soldadas en una unidad significativa gracias a la acción conjunta de la sabiduría, la fe y la experiencia. [4]
Si nos sometemos a las directrices de las fuerzas espirituales que están en nosotros y alrededor de nosotros, no podremos dejar de alcanzar el alto destino que un Dios amoroso ha establecido como meta universal para sus criaturas ascendentes de los mundos evolutivos del espacio. [5]
El verdadero destino del hombre consiste en crear metas nuevas y espirituales, y luego en responder a los atractivos cósmicos de esas metas celestiales que tienen un valor no material. [6]
Los mortales de Urantia difícilmente pueden esperar ser perfectos en el sentido infinito, pero a los seres humanos les es enteramente posible, poniéndose en camino como lo hacen en este planeta, alcanzar la meta celestial y divina que el Dios infinito ha fijado para el hombre mortal; y cuando alcancen este destino serán tan completos en su esfera de perfección divina, en todo aquello que se refiere a la autorrealización y a la consecución mental, como Dios mismo lo es en su esfera de infinidad y de eternidad. [7]
Las metas, aquello que una imaginación humana iluminada y reflexiva, instruida y guiada por el espíritu, desea ser y hacer desinteresadamente y de todo corazón, se vuelve sensiblemente creativo según el grado en que el mortal esté consagrado a hacer divinamente la voluntad del Padre. [8]
La felicidad suprema está unida a la persecución inteligente y entusiasta de unas metas nobles, y que estos logros constituyen un verdadero progreso en la autorrealización cósmica. [9]
El propósito de la vida debe ser celosamente protegido contra la tentación de buscar los logros fáciles y transitorios; asimismo, debe ser fomentado de tal manera que se vuelva inmune a las amenazas desastrosas del fanatismo. [10] La religión paga cualquier precio que sea necesario para conseguir la meta suprema, la recompensa eterna. [11]
En Havona, los peregrinos ascendentes descubren el significado que tiene el verdadero estudio y el auténtico esfuerzo mental cuando empiezan a discernir la naturaleza del esfuerzo espiritual aún más agotador y mucho más arduo que necesitarán hacer para satisfacer las exigencias de la elevada meta que tienen que alcanzar en los mundos de este circuito. [12] «Con Dios todas las cosas son posibles; el Creador eterno es la causa de las causas». [13] El trabajo es importante, el yo no lo es. [14]
Dios Padre no se relaciona con el hombre, su hijo, sobre la base de sus virtudes o de sus méritos reales, sino sobre el reconocimiento de los móviles del hijo —el propósito y la intención de la criatura. [15] Sin una meta que merezca la pena, la vida carece de objetivo y de provecho, lo que ocasiona mucha infelicidad. [16]
Aunque la conquista de cada meta ascendente es un logro objetivo, en un sentido más amplio estas metas no son más que hitos en el largo sendero ascendente hacia el Paraíso. [17]
Las almas divinamente regadas son casi independientes del entorno material en lo que se refiere a las alegrías de la vida y a las satisfacciones de la existencia terrenal. Están iluminadas y refrescadas espiritualmente, fortalecidas y dotadas moralmente. [18] Las únicas metas por las que vale la pena luchar son divinas, espirituales y eternas. [19]
Un animal es capaz de examinar las diferentes maneras de alcanzar una meta y de elegir un camino de acceso basado en la experiencia acumulada. Pero una personalidad puede examinar también la meta misma y juzgar su validez, su valor. [20] Son las metas, en lugar de los credos, las que deberían unir a las personas religiosas. [21] Nuestro destino espiritual sólo está condicionado por nuestros anhelos e intenciones espirituales. [22]
Esta es una lista de las metas supremas que están ante los seres humanos:
En un mundo que cambia continuamente, en medio de un orden social en evolución, es imposible mantener unas metas de destino establecidas y asentadas. Sólo pueden experimentar la estabilidad de la personalidad aquellos que han descubierto y abrazado al Dios viviente como meta eterna de consecución infinita. Para transferir así la meta individual del tiempo a la eternidad, de la Tierra al Paraíso, de lo humano a lo divino, es necesario que el hombre se regenere, se convierta, nazca de nuevo, que se vuelva el hijo re-creado del espíritu divino, que logre su entrada en la fraternidad del reino de los cielos. [41]