No es conveniente que haya demasiada diferencia de edad entre los hijos de una familia. [1] Ayudad a los niños a escoger juiciosamente a sus héroes y a seleccionar el trabajo de su vida. [2]
El niño debería ser iniciado a la adoración en el mundo de la naturaleza, y después acompañar a sus padres a los edificios públicos de las asambleas religiosas, que posean al menos tanto atractivo material y belleza artística como el hogar donde vive cada día. [3]
A los niños sólo les impresiona de manera permanente la lealtad de sus compañeros adultos; los preceptos, e incluso el ejemplo, no les influye de manera duradera. [4] Toda la experiencia religiosa de un niño dependerá considerablemente de si la relación con sus padres ha estado dominada por el miedo o por el amor. [5] La educación infantil se ha vuelto tan difícil hoy a causa de la mezcla racial, la educación artificial y la ausencia de los padres en la educación. [6]
La sublime experiencia de establecer una relación parental es indispensable para ser enrolado en el Cuerpo de la Finalidad. [7]
Ningún mortal ascendente puede eludir la experiencia de criar hijos —los suyos o los de otros— ya sea en los mundos materiales, o bien posteriormente en el mundo finalitario o en Jerusem. [8]
Los padres previsores toman medidas para la disciplina, la dirección, la corrección y a veces la restricción necesarias de sus descendientes jóvenes e inmaduros. [9] Jesús aconsejaba que el castigo sólo es necesario cuando los hijos son muy jóvenes. [10] Los niños deberían crecer conscientes de ser hijos de Dios. [11]
Cuando los hijos son jóvenes e irreflexivos, se les debe reprender necesariamente para que honren a sus padres; pero cuando crecen y empiezan a apreciar mejor los beneficios del ministerio y de la protección de sus padres, un respeto comprensivo y un afecto creciente los eleva a ese nivel de experiencia en el que aman realmente a sus padres por lo que son, más que por lo que han hecho. [12]
Los adamitas sometían a los niños a cursos de formación en agricultura, artesanía y ganadería, o bien se les educaba para desempeñar las triples obligaciones de los setitas: ser sacerdote, médico e instructor. [13]
En las tribus, los niños permanecían bajo la custodia de su padre mientras éste vivía, y en cambio las niñas se quedaban a cargo de su madre hasta que se casaban. [14]
La gran debilidad de la civilización romana, y uno de los factores que contribuyeron a la caída final del imperio, fue la disposición supuestamente liberal y avanzada de emancipar a los muchachos a los veintiún años. [15]
En la nación continental de un planeta vecino tanto los padres como las madres asistan a escuelas de puericultura, y se espera que los padres proporcionen la parte más valiosa de la educación de los hijos. [16]
Galilea fue un entorno espléndido para crianza de los hijos. [17] José era quien explicaba a Jesús las razones de la disciplina familiar. [18]
Desde la más tierna infancia de Juan el Bautista, sus padres le inculcaron juiciosamente la idea de que cuando creciera se convertiría en un dirigente espiritual y en un instructor religioso. [19] Juan Zebedeo fue un hijo un poco mimado; tal vez lo habían complacido con exceso. [20] Judas fue un niño al que consintieron y mimaron cuando era pequeño; fue un niño malcriado. [21]
Los niños tenían deberes regulares en la casa de Jesús. [22]
Jesús empezó a disciplinar sabiamente a sus hermanos y hermanas a una edad tan temprana que nunca tuvo necesidad de castigarlos mucho para conseguir su pronta y sincera obediencia. [23] A pesar de su juventud, era un verdadero padre para su familia. Pasaba todas las horas que podía con los pequeños, y éstos lo amaban sinceramente. [24] No se imponía ningún castigo por violar las enseñanzas personales. [25]
Jesús consiguió que su madre aceptara plenamente sus métodos para educar a los niños —la orden positiva de hacer el bien en lugar del antiguo método judío de prohibir hacer el mal. [26]
En el transcurso de unas conversaciones con el joven Juan Marcos, Jesús pasó bastante tiempo comparando sus experiencias de la infancia y de la adolescencia. [27] El amor y la sabiduría de los padres en el hogar es esencial para la educación de los hijos. [28]
Cierto grado de reconocimiento y cierta cantidad de aprecio son esenciales para el desarrollo del carácter humano. [29]
El respeto del hijo por sus padres surge de los cuidados, la educación y el afecto que manifiestan con amor ayudando al hijo a ganar la batalla de la vida. [30]
Decir «Ven conmigo» para ver por ti mismo es la técnica más eficaz de enseñanza. Los padres pueden aprender que mejor que decir a los hijos «Id a hacer esto o aquello» es «Venid con nosotros, vamos a mostraros y a compartir con vosotros el mejor camino». [31]
Los ideales progresivos de la vida familiar conducen al concepto de que traer un hijo al mundo, en lugar de conferir ciertos derechos a los padres, implica la responsabilidad suprema de la existencia humana. [32]
Cuando se alimentan los despertares morales iniciales de los niños, se produce un desarrollo gradual de la vida religiosa que está relativamente libre de conflictos, trastornos y crisis. [33] El cuidado de la familia debe tener prioridad sobre todos los deberes. [34] Los padres sabios planean cuidadosamente la educación de sus hijos. [35]
Al tratar con los niños, debemos evitar todo engaño y abstenernos de sugerir la desconfianza. [36] El mal ambiente puede estropear una herencia excelente, al menos durante los primeros años de la vida. [37]
Es un gran error enseñar a los niños y a los jóvenes que no es varonil mostrar ternura o, por otra parte, dar testimonio de sentimientos emotivos o de sufrimientos físicos. [38] La insubordinación moderna está causada por proteger a los niños de las consecuencias de una conducta necia. [39] Un padre sabio nunca toma partido en las desavenencias menores de sus propios hijos. [40] El exceso de indulgencia se suma a la delincuencia y la desmoralización; abarca la destrucción moral. [41] La sobreprotección es perjudicial; hay que permitir que el niño tenga una experiencia original. [42] La sobreprotección hace que el niño sea cohibido y egocéntrico. [43]
Las presiones no salvan ni ennoblecen al hombre. El crecimiento espiritual surge del interior del alma en evolución. La presión puede deformar la personalidad, pero nunca estimula el crecimiento. [44] El amor divino no es ese afecto miope que mima y consiente a los hijos. [45]
Cualquier intento por transferir la responsabilidad parental al Estado o la iglesia resultará suicida para el bienestar y el progreso de la civilización. [46] Concededle a cada niño que crece la oportunidad de desarrollar su propia experiencia religiosa; no le impongáis una experiencia adulta ya hecha. [47]